«se me enciende la bombilla» en la luz

‘Introducing’ … Un día como hoy

La tercera alarma la apago, me levanto, normalmente cabreado. Mis patas van por delante y mi cuerpo atrás mirando la cama. Las siete menos diez, estoy en el baño lavándome la cara y pensando en el café. Me lío el cigarro barato y enchufo la cafetera. Vuelvo al cuarto y me visto; la primera calada y el primer sorbo activan mis neuronas. Estoy en todas partes menos en la que debo estar.

De camino al trabajo mis compañeros hablando de todo pero nada que me interese. De repente les escucho de fondo y mis pensamientos empiezan a cobrar vida. Mi cuerpo actúa como un robot y les sigo con la mirada por instinto. Empiezan a salirme ideas, empiezo a verlo todo. Es tan sencillo que lo estoy viviendo…

Conteniendo me por no ‘soltarlo’

A veces pienso que soy muy exigente conmigo mismo y lo quiero todo tan perfecto (donde el margen de error lo quiero en décimas) que cuando por fin lo tengo «claro» me siento a exponerlo y una avalancha en blanco me domina el pensamiento. Es cuando la frustración me pone a prueba y muchas de las veces quiero abandonar; la impotencia es tan grande que me dan ganas de gritar:

— ¿Porqué? ¿Dónde están mis ideas?, ¡celebro tonto! […]

Acumulo cosas y cuando el desorden es «incontrolable», entonces me paro y lo ordeno todo para que quede exactamente como a mi me gusta, cueste lo que cueste…

Las experiencias de la vida me han enseñado que dentro del caos que vivimos, siempre hay una orden establecida por alguien o por ti mismo y aprendes a vivir con ello. Esta norma la estoy aplicando a mis ideas y a mis metas. La desesperación y el abandono no es una opción y (me) prometo que en un futuro próximo, todo lo que tengo que decir lo diré alto y claro delante de un juez si es necesario, dejarte inmóvil cuando aún quieras moverte, hacerte reír en el peor día de tu vida y enamorarte otra vez, porque lo más bello en esta vida, ¡eres tu y tu vida misma!

Pasan minutos y horas (y días como hoy) y tengo que crear mi propio mapa. Cada día que llego a casa me da miedo no olvidar todo lo que tengo que decir. No sufro ninguna enfermedad relacionada con la memoria o al menos eso creo; lo curioso es que cuando por fin me puedo dedicar, de repente me surgen cosas sin importancia o bien mis despistes son mayores que la concentración. Tengo una mezcla entre (¿trastorno?) déficit de atención y miedo a no hacerlo bien, que yo mismo evito el asunto. Soy el dueño de mis pensamientos, de mis decisiones y acciones y creo que la voluntad y la constancia son mi punto flaco.

«acabo» en el espejo

Ahora que lo sé solo queda relajarme y dejarme llevar, nada ni nadie me puedan despistar ni el ruido más horrendo y duro que pueda soportar. Respirar profundo con los ojos cerrados y detener el tiempo que tanto he esperado. Poder verme aún cuando no tengo un espejo delante e «irme» donde quiera sin la aprobación de nadie.

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