EHB – de aquí al cielo (III)

Encontrarte sin Haberte Buscado, la tercera parte.

adelanto de la parte anterior:

De camino hacía a casa y justo antes de llegar me suena el móvil. Me aparté de forma prudente de la carretera hasta que encontré un sitio bastante seguro para mi y el tráfico:

— ¿Si, quien es? Contestando al teléfono…

— Soy yo, Rebeca. Ven a buscarme, ¡pero ven tu solo!


Colgué y me quedé pensando … ¿en que? No lo se. Era una mezcla entre preocupación y (por una razón que yo no podría controlar) … excitación.

Me fui a casa y no se como llegué. Subí las escaleras de dos en dos y ni me quité la ropa. Casi corriendo me fui a la cocina y cogí algo para comer. Me senté al comedor y empecé a comer. El ambiente en casa era muy sereno, como casi siempre. La televisión estaba en marcha y a volumen que la podría escuchar casi un sordo … ¡menos yo! Las cucharas soperas entraban y salían de mi boca sin conocimiento alguno; aquí el hambre y el instinto por comer salio a la luz. Poco rato después apareció mi madre saludándome y con preguntas incomodas como de costumbre. La estaba mirando fijamente: en su rostro veía como mueve la boca y como me dice cosas con una tristeza que solo una madre preocupada entiende, mientras que mi mirada neutra y fría la seguía por respeto, yo solo pensaba en aquella llamada y lo único que me distraía eran los destellos de la televisión.

Acabé mi plato de sopa, me levanté, lo llevé a la cocina y me moví sin sentido por la casa. Mi padrastro ya estaba dormido, mi madre se volvió a su cuarto y mi culo inquieto solo quería salir de nuevo. Cada minuto me parecía una eternidad y finalmente armado de valor me encierro en la habitación y la llamo:

— Hola, ¿como estas, va todo bien? preguntando como si quisiera que me dijera la contrario…

— No, estoy en casa pero quiero irme de aquí. ¡Ven por favor! Me lo dijo como si fuera su último deseo…

— De acuerdo, dame un momento y salgo. Estate tranquila en casa, ya voy para ya. En menos de cuarenta minutos estoy allí. Cuando en verdad se tardaba mucho más…

Bajé las escaleras, cerré la puerta y entré en el coche medio saltando… Cogí la carretera y no paraba de pensar en ella. No pensaba en nada en concreto, sino en todo en general poniéndome preguntas (a mi mismo) sin saber contestar: ¿Porqué a mi?, ¿Porqué solo?, ¿Que querrá?… Mi cerebro daba respuestas absurdas. Mientras mi subconsciente llevaba el coche, no paraba de pensar que hacer, que decir, como actuar … cuando la vea.

Tardé algo más de cuarenta minutos, pero llegué bien. Me bajé del coche y allí estaba en el portal esperándome.

— ¡Hola que tal, ¿va todo bien? Fue lo único que se me ocurrió nada más verla…

— NO, no quiero estar en casa. Me contestó casi llorando…

— ¿Ha pasado algo? Preguntándola muy preocupado…

— No exactamente, pero no quiero estar en casa. Me contestó como si quisiera añadir algo más…

— ¿Te puedo ayudar en algo? Quieres que te lleve a casa de Carlos? Preguntando de forma preocupada e inocente.

— Mmm no, de momento nos quedamos aquí un poco, quizás iremos para bajo un poco más tarde. Añadió y se le cambió la cara con unos pensamientos e intenciones desconocidas para mi…

— Pero hace un poco de rasca, ¡vamos al coche mejor! estaremos más calentitos. Le añadí sin pensar en nada…

De camino al coche, íbamos andando y la miraba fijamente como si intentaba hipnotizarla. Me estaba hablando sobre su familia y su relación con Carlos; la verdad es que no me importaba mucho lo que me decía, lo único que quería era … mirarla, escucharla e intentar que se encuentre mejor desahogándose y contándome sus penas. De esta forma, observaba que mi silencio la ayudaba.

Por fin habíamos llegado al coche, nos subimos, nos encendemos un cigarro y nos quedamos callados un rato. De repente me mira y empieza sonreírme, le contesto igual y empieza a reírse. Y le pregunto:

— Veo que estas mejor, le contesto también sonriendo…

— Contigo me siento bien, me recuerdo en casa de Carlos me hablabas de un montón de cosas y aunque no entendía la mayoría pero al menos siempre me hablabas de algo diferente cada vez. Este me habla siempre de lo mismo y al final me aburro. Sin embargo contigo no, no se, eres diferente…

En ese momento se me despertaron las mariposas en el estomago y no sabía que contestar:

— Gracias, le dije sin más.

Otro momento de silencio nos había invadido. Se me quedó otra vez mirando sin decirme nada; no sabía que decir, que hacer y mis pensamientos me estaban matando y de repente ella «me ayuda» dándome un beso. Entonces le contesté con otro beso. Nos quedamos mirando el uno al otro y se nos hizo los ojos pequeños. Nos mirábamos listos para desatar la llama…

No nos quitamos las miradas el uno al otro y poco después la volví a besar. Acto seguido la he tumbado encima de los asientos traseros del coche. Encima de ella empecé a darle besos con mucha pasión y noté que me respondía con el mismo sentimiento. Estaba disfrutando de aquel momento pero mi subconsciente me habló: «es la novia de tu amigo».

En ese momento me paré y me aparté. Ella se me quedó mirando preguntándome:

— ¿Que pasa, no te gusta? Me preguntó medio-sorprendida.

— No, no es eso. Me gusta … ¡y mucho! ¿Y Carlos? Esto no esta bien lo que estamos haciendo. Le dije con voz y cara de culpabilidad…

— Noo, no te preocupes. No quiero estar más con el, mañana se lo diré, ¡no te preocupes! Me contestó enseguida de una forma segura de si misma y a la vez muy fría.

En ese momento sentía una mezcla entre alegría y culpabilidad […]

No tardamos mucho y volvimos a besarnos y de repente me aparta de forma lenta y suave y me susurra al oído:

— ¡Apártate un poco! me lo dijo casi sensual.

Me aparté sin preguntar y ví como se quitaba la ropa delante mía. No tardo mucho en quedarse prácticamente desnuda. Me quedé sin palabras y empecé a quitarme la ropa yo también.

Me volví a poner encima de ella y nos empezamos a besar de nuevo. Esta vez nuestros cuerpos desnudos y calientes se estaban tocando. Empecé a acariciarla por la cara y luego bajar por todo el cuerpo. Estábamos muy excitados. De repente me la coge y susurra muy excitada:

— ¡Métemela!

Se abrió de piernas se la metió un poco y respirando cada vez más fuerte. Se la empujaba poco a poco pero no entraba. Había una mezcla perfecta entre excitación y dolor placentero. Finalmente conseguí meterse-la toda: me cogió fuerte con las manos y empezó a chillar. Le tapé la boca porque era de noche y le dije que no hiciera ruido a lo que ella me contestó:

— ¡Besame! Me lo dijo como si fuera una orden…

Nos besamos un rato de forma salvaje y luego cambiamos de postura. Se puso encima de mi y en ese momento noté como entraba toda, como crujía su vagina y a la vez que nos besábamos como locos, ella gemía de placer: unos pocos minutos más tarde… ¡nos habíamos corrido casi a la vez!

Nos encendimos un cigarro, nos damos un beso y añade:

— ¡Vamos para tu casa!

Continuara…


Si quieres leer desde el principio el relato, aquí tienes:

EHB – Algo inesperado (primera parte)

EHB – Así de fácil (segunda parte)

imagen de portada: Edward Eyer

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